Pregón 2000


Cuando en los primeros días del pasado mes de febrero llegó a mi poder un sobre con membrete del Excmo. Ayuntamiento de Béjar, ingenuamente pensé que al fin habían dado resultado mis peticiones de información sobre la Semana Santa de esta ciudad que venía solicitando desde comienzos del año 1999.Sin embargo, mi sorpresa fue grande, al comprobar que D. Luis Francisco Martín Hernández, Concejal de Cultura, me invitaba a ser el Pregonero de la Semana Mayor bejarana del año 2000.

Como en ocasiones anteriores, en que se me había propuesto ser el pregonero de otras Semanas Santas, mi primera reacción fue no aceptar el encargo, ya que según el Diccionario de la Real Academia Española, el acto de pregonar es "la promulgación o publicación que en voz alta se hace en los sitios públicos de una cosa que conviene que todos sepan", y siempre he defendido la teoría de que para pregonar algo, hay que conocerlo a fondo y lamentablemente no tengo los suficientes conocimientos de la Semana Santa de esta vieja e hidalga ciudad.

Y hablando con un buen amigo, le comunicaba mi determinación de renunciar al honor de ser Pregonero y mi amigo me aconsejó: "No hay en Castilla un pueblo que no tenga un Nazareno o una Virgen y que en el atardecer del Viernes Santo no se sienta transformado en una Jerusalén vestida de penitencia y de meditación. Si pregonas la Semana Santa de cualquier pueblo de Castilla, tendrán el Pregón de la Semana Santa de Béjar". 

Y llevado de mi amor a la Semana Santa y muy especialmente a la de mi tierra, a la de Castilla, acepté el inmenso honor de cantar la Semana Mayor bejarana, y aquí me encuentro, ante Uds.

Mi bagaje es pobre. Soy un hermano de la Cofradía Penitencial de Nuestro Padre Jesús Nazareno de Valladolid, inscrito en sus listas a las pocas horas de nacer, continuando con una vieja tradición familiar. En aquel momento mi abuelo ocupaba el cargo de Secretario y anteriormente mi bisabuelo fue también directivo como luego lo sería también mi padre. Yo tuve el honor de, entre otros varios cargos, haber sido Secretario, más tarde su Alcalde-Presidente y posteriormente Presidente del Consejo Asesor (como yo digo, el Consejo de Ancianos, ya que está formado por los cofrades que han sido Secretarios o Alcaldes).

Este es mi gran mérito: sesenta y cuatro años de cofrade, que me llevan a ocupar con orgullo el número diez de antigüedad en las listas nazarenas de mi Valladolid natal.

Por lo demás, espero de la comprensión de todos los presentes, sepan disculpar mi falta de conocimientos de la Semana Santa de Béjar, que sin duda habría sido pregonada con mayor eficacia por cualquiera de sus hijos.

El primer pregón de la primera Semana Santa de la historia fue pronunciado hace veinte siglos, por un sacerdote, cuyo nombre es desde entonces maldito y execrable: Caifás. Era el Sumo Sacerdote de Israel aquel año. Inmediatamente después de la resurrección de Lázaro, dice el evangelista San Juan que se reunieron los miembros del Sanedrín, alarmados por la popularidad creciente de Jesús y dispuestos a tomar definitivas determinaciones. En medio de las tumultuosas deliberaciones, Caifás habló así: "No comprendéis nada; no reflexionáis que lo que conviene es que muera un solo hombre por el pueblo en vez de que perezca toda la nación".

Hay que imaginar que esas palabras de Caifás hubieran sido pronunciadas en un tono de voz suficientemente alto y a la pública luz del día. ¿Qué más hubiera hecho falta para pregonar a los cuatro vientos la fecundidad redentora de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús? Es cierto que él se refería de una manera directa e inmediata a la conveniencia política. Caifás estaba pensando en los romanos, a quienes no agradaría la posible alteración del orden público, y a la vez pensaba en él mismo y en su casta, para quienes existía el peligro de que, producido el hipotético alboroto, perdieran sus puestos, dada la enérgica facilidad que tenían los hombres de la Roma Imperial para deponer Sumos Sacerdotes. Pero había también en sus frases, un segundo sentido que ni él mismo comprendió: el de la conveniencia teológica del sacrificio de Jesús para unir los destinos sueltos del mundo con el Dios de la unidad y del amor.

Pues bien, señoras y señores, este es a mi juicio el motivo supremo de la Semana Santa de Castilla. Es toda una maravillosa exaltación, en la que sin perder la serenidad y el equilibrio indispensables, el pueblo capta con instinto religioso de primer orden la transcendente conveniencia para la vida humana, de la muerte de un Dios que nos redime del pecado.

Y la expresa, puesto que se trata, no ya de un hecho que va a suceder, sino del gran drama que sucedió una vez y para siempre, la expresa con los sentimientos de la más conmovedora gratitud y fidelidad a lo que ha aprendido en el Evangelio. Gratitud y fidelidad al ambiente de aquella primera santa y desgarradora semana. Esto es el alma de Castilla cuando en la actualidad la conmemora. Y por eso, la seriedad hierática, majestuosa, sagrada casi; y el silencio trágico y colosal, semejante al que anuncia o sigue a las grandes tempestades; y la renovación espiritual de las conciencias, que se hace en estos días mediante una implacable acusación de todas las vergüenzas; y la participación de todos, hombres, mujeres y niños, en los ritos conmemorativos y en los cortejos procesionales, acompañando a la Dolorosa o al Nazareno cargado con la cruz por las calles estrechas: labradores de Castilla, cantando el Miserere o plegarias a la Virgen que parecen romances de hijos que hubieran venido al mundo con el único destino de ofrecer el consuelo a la madre en su desamparo.

¡Semana Santa de los pueblos castellanos! Castilla tierra de líneas rectas, de ásperos y resecos paisajes, no se conforma con la escultura muerta. Los castellanos quieren ver a Cristo, a la Virgen, a los apóstoles, como personas vivientes y si cabe con una intensa vida y cuando mejor que en Semana Santa para que estas tallas de mayor o menor valor artístico, no importa, pero construidas por unos imagineros, muchas veces modestos y anónimos artesanos que ponían en la punta de sus gubias todo el alma para conseguir mover a la compasión y al dolor las almas de aquellos que las iban a contemplar sobrecogidos por el drama del momento.

Y Castilla, creará en cada una de sus ciudades, de sus pueblos, de sus más escondidos y remotos lugares una serie de tallas, a las que el pueblo comenzará a contemplar en dos vertientes distintas: al Señor, al Nazareno y a su Madre, la Virgen, con cariños, sufriendo con ellos el dolor del martirio y al mismo tiempo transmitiendo su resentimiento y, por qué no decirlo, su odio a, a los sayones a los torturadores que someterán a Cristo a todo tipo de humillaciones en presencia de su Madre.

A este respecto quiero contar una anécdota que demuestra esta afirmación. En mi Valladolid natal, desde mediados del siglo XV y hasta muy avanzado el XVI, las imágenes que se procesionaban estaban construidas en "papelón" (un cartón engomado y posteriormente pintado del que lamentablemente no se conserva más que un grupo "La Entrada de Jesús en Jerusalén" (la popular Borriquilla). Era un época en la que todavía no habían llegado a Valladolid los dos grandes genios de la escultura castellana: el francés Juan de Juni y el gallego Gregorio Fernández). Pues bien, la Cofradía más antigua de la ciudad: la de la Vera Cruz, tenia la costumbre de dejar expuestos sus pasos en la Plaza Mayor de la ciudad en la noche del Miércoles Santo, hasta el momento de celebrar su Procesión de Jueves Santo de la Cena, todos los años la Cofradía debía gastar una importante suma de maravedíes en restaurar los daños que el indignado pueblo causaba a los sayones judíos o soldados romanos que eran apedreados por torturar a Jesús y causar dolor y pena a su bendita Madre. Pero nunca aparecen detallados que las imágenes sagradas sufrieran el más leve desperfecto.

Castilla entera se transforma en Jerusalén y celebra su Semana Santa a la manera castellana. Imponiendo su gravedad y severidad característica. Si Andalucía siente nostalgia, Castilla siente su dolor. Si en Andalucía se desborda el ingenio y la gracia popular en Castilla se construye ese profundo silencio del que han nacido los grandes místicos españoles:

Vivo sin vivir en mi
y tan alta vida espero
que muero porque no muero.

Castilla sabe bien lo que es vivir sin vivir en sí. Lo que es vivir para lo que no es ella. O para lo que es ella, allá en lo más intimo de su ser; vivir para Dios. Y cuando las procesiones de Semana Santa recorren sus calles se diría que la Pasión del Señor se convierte en un río de congojas que, por estar encerradas en lo más hondo del pecho, labran profundamente los surcos del corazón.

Y en esta vieja e histórica villa de Béjar dos cofradías: una moderna y otra antigua se disponen en estos momentos a renovar por sus calles el Drama de la Pasión, que llevan meses preparando.

La Cofradía de la Vera Cruz, como todas sus hermanas extendidas por la geografía castellana y española, las más antiguas nacidas todas en el seno de la Orden Franciscana, a mediados del siglo XV, después de que entre enero de 1411 y abril de 1412 el santo dominico Vicente Ferrer, acompañado de un séquito de más de trescientas personas recorriese los polvorientos caminos de la vieja Castilla, instituyendo las procesiones de disciplina y que según muchos historiadores se iniciaron en otra vieja ciudad castellana: Media del Campo.

Tampoco debemos olvidar que en la capital, en Salamanca se tienen noticias de la existencia de una cofradía de disciplina, la de la Santa Cruz, en el año 1240, con sede en una ermita situada en el Campo de San Francisco, institución que con el paso del tiempo alcanzó un gran prestigio en la ciudad, no sólo por su hospital, sino porque en 1497 instaló la primera imprenta de la ciudad. Esta cofradía con el paso del tiempo se transformó en la actual Hermandad de la Vera Cruz.

Si tenemos en cuenta que era una costumbre muy extendida no solo por Castilla, sino por toda España, que inmediatamente que se fundaba una cofradía en la capital los pueblos de la provincia procedían a crear la suya y aunque Béjar, pertenecía a Extremadura, (no debemos olvidar que la Cofradía de la Vera Cruz de Cáceres nace en 1521, la de Plasencia en la primera década del XVI y la de Badajoz, en 1526) nos puede hacer suponer que sobre estas fechas, más o menos se fundaría la bejarana.

Pero sin duda, aquellos momentos de esplendor de los siglos XVI y XVII, entrarían en declive cuando en 1777 las normas dictadas por el Rey Carlos III, prohibieron la participación de los hermanos de sangre en las procesiones de disciplina y además obliga a las Cofradías a rendir cuentas al poder civil, que además recorta los festejos que celebraban después de las procesiones y conviene no olvidar al respecto, las obligaciones que contraían en general, los mayordomos o hermanos mayores cuado eran elegidos para lo cargos, de soportar los gastos que las celebraciones de Semana Santa, incluidos los convites, de los hermanos.

Y al siglo XVIII, el de la ilustración y la pérdida de muchos valores religiosos, siguió el XIX, de la invasión francesa, que en muchos puntos del territorio español supuso un duro golpe para la Semana Santa. Se quemaron conventos, además convertidos en cuarteles o almacenes de material de guerra, se saquearon iglesias, y a su retirada los invasores se llevaron cuadros, imágenes y en especial artículos de culto de oro, plata y otros metales preciosos, dejando a cambio un profundo sentido anticlerical, que se acentuaría después con la llegada del liberalismo.

Sin embargo, como yo recordaba hace unos años en una conferencia en Zaragoza, presentando la Semana Santa de Valladolid, se da el contrasentido que en la ciudad aragonesa los franceses destruyeron durante un bombardeo la totalidad de las imágenes procesionales (excepto la del Santísimo Cristo de la Cama, salvada por un grupo de mujeres, cuenta la leyenda que encabezadas por Agustina de Aragón), en Valladolid, un general francés, gobernador de la plaza, creó la más famosa de las procesiones vallisoletanas, la del Santo Entierro del Viernes Santo, al prohibir las cinco procesiones que se celebraban en la ciudad del Pisuerga y autorizar una sola, por lo que las cofradías se reunieron y acordaron una conjunta con nueve pasos, que ha dado lugar a ese magno cortejo que en la actualidad está formada por treinta y un pasos.

Y la Cofradía de la Vera Cruz, de Béjar, como otras muchas del país, cuando empezaba a recuperarse de los difíciles tiempos pasados, sufriría otro nuevo revés. La desamortización de Mendizábal, insaciable por parte del Estado de los bienes de las comunidades religiosas, se vería obligada a abandonar junto con los monjes del viejo Convento de San Francisco y establecerse en la Parroquia de San Juan Bautista.

Pero la Cofradía, como otras muchas, volvería a conseguir recuperar su pasado esplendor como lo demuestran sus nuevas Reglas de 1879, en las que se establece que "tiene por objeto dar el debido a nuestro Redentor Jesucristo y su Santísima Madre, no sólo en la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección, sino también en todas las festividades en que nuestra iglesia celebre algún suceso que tenga relación con la Santa Cruz, como signo de nuestra Redención".

Las cofradías fueron superando las dificultades, hasta que llegó otro azaroso momento. En 1931, las proclamación de la II República pone en peligro su vida y sus bienes, atesorados a lo largo de su existencia. Se queman iglesias y conventos, destruyéndose toda clase de imágenes y objetos de culto, en un afán de combatir la religiosidad de un pueblo, aunque lo único que se consigue es empobrecer un rico patrimonio, propiedad en muchos casos de las cofradías, pero rico no en sentido crematístico de la palabra, sino en el sentido espiritual y artístico.

Pasa la guerra incivil, la Cofradía se reorganiza, adquiriendo nuevas imágenes, aunque todavía deberá de superar otra crisis, la de finales de los sesenta y comienzos de los setenta (al igual que todas las hermandades del país).

Con la llegada de la década de los ochenta el auge de la Semana Santa de Béjar llega en mayo de 1990 con la reunión fundacional de la HERMANDAD DE JESÚS NAZARENO Y NUESTRA SEÑORA DE LAS ANGUSTIAS, a instancias del párroco de Santa María la Mayor D. Bernabé Marcos y cuyos estatutos son aprobados por el Obispado de Plasencia el 18 de enero de 1991.

Ya con dos cofradías, la Semana Santa de Béjar , comienza un período de auge y de esplendor, impulsado, sin duda, por el interés del Ayuntamiento en colaborar en la presentación de un apretado calendario de actividades, tanto religiosas como culturales.

Y el Miércoles Santo de 1991 se efectúa su primera salida procesional, aunque hay que destacar tres fechas fundamentales en la corta vida de la Hermandad:
  • 10 de abril de 1992, Viernes de Dolores, con la celebración del primer Vía Crucis por las calles del viejo barrio de la Antigua.
  • 15 de abril de 1992, Miércoles Santo, se saca por vez primera, después de ochenta y un años, portada por doce hermanos costaleros la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno.
  • 31 de marzo de 1994, Jueves Santo, en que se incorpora a su procesión la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, llevada por veinticuatro hermanos, después de setenta y cinco años de ausencia de la talla en las procesiones de Béjar.

Y llega la Semana Santa, que se inicia el DOMINGO DE RAMOS, con la Procesión de la Borriquilla, la procesión de los niños. Jesús entra en Jerusalén, sonriendo, acaso por última vez, bendiciendo al pueblo que le aclama. La mañana radiante, coge esa sonrisa y la extiende por todos los espacios y todos los campos. Las palmas alicantinas dibujan en el aire saludos infinitos. Son ramas verdosas, ramas públicas muy pálidas, que tiemblan porque presienten que en el rígido tronco de un árbol ha de morir Jesús, en un árbol que sólo tendrá dos ramas para sostenerle.

La borriquilla lleva las pupilas muy abiertas y el andar vacilante. Tal vez sea hija de aquella que trasladó a Egipto a la Madre y al Hijo. En cualquier caso, es la segunda bestezuela del mundo que ha tenido el privilegio de ser cabalgada por el Hijo de Dios. Avanza despacio, azorada, porque los demás borriquillos de Jerusalén transportan leña en sus lomos y ella tiene el privilegio de llevar el Armor.

La primavera no ha madurado todavía y en este domingo blanco y alegre, los niños estrenan trajes nuevos, mientras contemplan de ceca a Aquél que dijo: "Dejad que los niños se acerquen a Mí".

Quiero recordar la "Balada del Domingo de ramos", original del poeta Lope Mateo:

En los balcones floridos
el sol juega con las lilas;
las lilas, con las campanas;
las campanas con la brisa.
¡Oh, Domingo de las Palmas, 
que por la ciudad transitas
con ese vestido nuevo
color primavera viva!
Ay Domingo de Ramos:
quien fuera niño en tu día
para volver a empuñar
-fuste de mística ojiva,
surtidor de aguas celeste-
la esbelta palma hacia arriba,
con farolillos de flores
colgando de las rencillas.
Cómo cruje en la mañana
de sedas recién nacidas.
Cómo salpicas de espuma
el pecho de las colinas,
la sangre-plata del río,
al pie de las calles limpias.
Una bandada de rosas 
cruza la mañana tibia
en leve esquife de nácar
hacia playas de alegría.
-¡Gloria al Hijo de David,
gloria al Señor que lo envía!
¡Ay domingo marchitado
en un manojo de olivas!
¿Dónde estará ya aquel niño
que en la procesión blandía
la luz de sus ojos negros
como golondrinas?
En los balcones floridos
el sol juega con las lilas;
las lilas con las campanas;
las campanas, con la brisa;
la brisa, con mi esperanza;
la esperanza, con mis cuitas.
Y la procesión se aleja
cantando en el alma mía:
¡ay primavera, ay abril,
ay altar de mis cenizas!

Y el Martes Santo, después del Concierto de Marchas Procesionales a cargo de la Banda Municipal de Música PROCESIÓN Y VÍA CRUCIS de la Cofradía de la Santa Veraz Cruz, con el paso de LA SEGUNDA CAÍDA, talla de madera policromada del autor anónimo.

El Vía Crucis es un viaje alrededor de Jesucristo, un viaje con catorce estaciones, una meta y un solo huésped. En este Vía Crucis, clama nuestra miseria sedienta de misericordia. Y Jesús escucha a todos. La oración común llena las calles y empaña los ojos del pueblo, unido en una emocionante fraternidad de esperanzas.

Quiero recordar los versos que el poeta Gerardo de Diego propone como pórtico para su Vía Crucis:

"Dame tu mano María
la de las tocas moradas
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla
aquí en mi torpe mejilla
quiero ver si me retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orna negra de tu manto
a los pies del árbol santo
donde tu fruto se mustia.
Capitana de la angustia
no quiero que sufras tanto."

El Miércoles Santo, después de la imposición de Hábitos, la Hermandad de Jesús Nazareno y Nuestra Señora de las Angustias celebra su Procesión del Silencio, con los pasos de Jesús amarrado al a Columna y Nuestro padre Jesús Nazareno.

Los versos del profesor Montero Galvache: 

Cante el santo silencio
que en la noche se alía
al lirio nazareno
en esa cofradía.

El Jueves Santo, a las 12 horas, en el Atrio de San Juan, tiene lugar una curiosa ceremonia que me llamó mucho la atención cuando a través de la prensa tuve conocimiento de ella: el Tradicional Tálamo, con el que la Cofradía de la Santa Vera Cruz, recauda fondos con los que sufragar sus gastos a través de la subasta de los artículos de la tierra donados por establecimientos y entidades bejaranas y de una forma especial el borrego donado por el abad entrante. Y por la tarde, durante la Misa de la Cena del Señor, otra antigua costumbre: el tradicional cambio de varas entre los abades salientes y entrantes y la bendición e imposición de los nuevos crucifijos.

Estos ancestrales ritos hay que conservarlos y no se puede consentir que se pierdan. Siempre he dicho que las tradiciones hay que divulgarlas y cuando no se tienen hay que inventarlas y dentro de unos años serán tradiciones.

Y a las nueve de la noche Procesión de la Virgen de la Piedad de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y quiero imaginarme la satisfacción de los cofrades cuando el 31 de marzo de 1994 consiguieron recuperar la salida de la Virgen después de setenta y cinco años de permanecer en su templo, portada por veinticuatro hermanos en sus nuevas andas de plata. Desde el cielo, la terciaria franciscana María Jesús de la Peña García, la popular y Venerable "María la Morala" vibraría como todos los Jueves Santos al ver a su Virgen recorrer las calles bejaranas en medio del fervor y devoción del pueblo.

La Piedad, túnicas negras,
con su oleaje de estrellas,
Piedad del dolor que brota
entre sus manos abiertas.
Piedad de Cristo caído
entre su Madre y la tierra
cruzando Béjar
calle a calle, estrella a estrella.

Y el drama va a concluir. De la iglesia de San Juan Bautista, a la caída de la tarde, la Cofradía de la Santa Vera Cruz sacará su procesión del Santo Entierro. Como en tantos pueblos castellanos o de cualquier rincón de la geografía española el triste cortejo del entierro del Señor se pone en marcha.

La Oración del Huerto, Jesús amarrado a la columna, Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Caída, El Crucificado, el Santo Entierro y la Virgen de los Dolores, desfilan entre el silencio del pueblo que la contempla, únicamente roto por el sonido de alguna plegaria que en forma de saeta se eleva al cielo mientras los que la escuchan rezan.

Y después, en la iglesia de Santa María la Mayor, representación del Auto de la Pasión con textos de los siglos XV y XVI. ¡Ojalá nunca se pierda esta costumbre y las autoridades y las cofradías conserven siempre esta actividad y que continúe transmitiéndose de padres a hijos sus textos!

Ya es de noche. El largo día del Viernes Santo se ha ido. La fría noche bejarana va a recibir a la Virgen de la Soledad. Acompañada solamente por mujeres bejaranas. Madres que como Ella han perdido a sus hijos, no quieren dejarla sola.

Ponte la negra mantilla,
ciñe a tu mano el rosario,
primavera de Castilla,
que está la noche callada
llena de olor a Calvario.

Ponte ya, mi primavera,
compuesta, más no enjoyada.
Para su pena sincera,
va tu faz orlada,
con la mantilla severa.

El drama ha concluido. Al dolor por la muerte de Jesús , sucede de la alegría por su Resurrección. Una vez finalizada la Vigilia Pascual en las iglesias de Santa María la Mayor y San Juan Bautista, se pone en movimiento la Procesión del Encuentro.

El Resucitado acompañado por la Cofradía de la Santa Vera Cruz y la Virgen de la Misericordia por la Cofradía de Jesús Nazareno, se encuentran en la Plaza Mayor, en un momento de alegría por la victoria sobre la muerte. ¡El Señor ha resucitado! ¡Aleluya, Aleluya!

La Virgen de Misericordia
vistiendo galas de gozo,
vistiendo azul alborozo
con que la campanería,
del Angelus de María
a Gloria in Excelsis suena,
que ha dado jaque a la Pena
el Sol del Resucitado
y su vuelo ha levantado
en asombro a la Azucena.

Voy a concluir mi pregón. Pero antes voy a realizar una petición a las dos Cofradías Penitenciales de Béjar.

Las Cofradías que en sus orígenes tenían perfectamente definidos sus fines en las reglas fundacionales, con el paso de los años han perdido la vivencia para las que fueron creadas, sin duda, desbordadas por los acontecimientos.

Los objetivos de aquellas hermandades eran claros: facilitar la santificación de sus cofrades con la práctica individual o comunitaria de la penitencia y la caridad a través de la oración, a la que posteriormente con la incorporación de los gremios a las cofradías se añadió una labor asistencial, como lo prueban las numerosas corporaciones pasionales que contaron con hospitales en los que atendían a los enfermos sin recursos económicos y aquellas otras que se encargaban de ayudar a los cofrades pobres, llegando incluso a tener como obligación de costear los entierros a los que carecían de medios económicos para poderlos sufragar, sin olvidar las que atendían a los condenados a muerte, o a las que recogían y daban sepultura a los cadáveres que aparecían en las cunetas y carreteras, en la actualidad no tienen un sentido práctico.

Quizás por estas circunstancias, durante muchos años las Cofradías Penitenciales han tenido una existencia que no se justificaba solamente con organizar, con motivo de la Cuaresma unos actos religiosos y, vestir sus cofrades sus hábitos para tomar parte en unas procesiones en las que muchas veces primaba el aspecto folklórico o turístico sobre otros fines más importantes.

Y contra esta leyenda, las cofradías tienen que luchar y para ello es necesario que los cofrades se ocupen de sustituir aquellos objetivos fundacionales, muy trasnochados, por otros de pleno vigor en los momentos actuales.

Existe un mundo de marginados que necesitan ayuda. Los drogadictos, los desempleados, los inmigrantes, los minusválidos, esos ancianos solitarios que viven a nuestro alrededor, todos ellos con graves problemas. Hoy tienen las cofradías y los cofrades un campo de acción, en el que pueden y deben intervenir con gran eficacia.

Pero fundamentalmente, las Cofradías Penitenciales tienen un campo perfectamente definido y un papel que deben asumir: la formación religiosa de sus miembros.

Este misión la trasmite la Iglesia en muy diversos documentos. Así el Decreto Apostolicam Actuositamen del Concilio Vaticano II, en su número 30 dice:

"Los equipos y asociaciones seglares, ya busquen el apostolado, ya otros fines sobrenaturales, deben fomentar cuidadosa y asiduamente, según su fin y carácter, la formación para el apostolado. Y ellas constituyen muchas veces el camino ordinario de la formación conveniente para el apostolado, puesto que en las asociaciones seglares se da una formación espiritual, doctrinal y práctica". Añade, además "Esta formación hay que ordenarla de manera que se tenga en cuenta todo el apostolado seglar, que ha de desarrollarse no sólo dentro de los mismos grupos de las asociaciones sino en todas las circunstancias y por toda la vida, sobre todo profesional y social".

El Código de Derecho Canónico promulgado en 1983, en su canon 329 advierte: "Los presidentes de las asociaciones de laicos deben cuidar de que los miembros de su asociación se formen debidamente para el ejercicio del apostolado propio de laicos".

Por tanto aquí tienen las Cofradías Penitenciales un reto y unos objetivos para el siglo XXI:

Atención y ayuda a los necesitados a través de bolsas de caridad, a las que se deben destinar una parte de los ingresos de la cofradía, quizás distrayéndoles, si ello es necesario, de esos gastos suntuosos que en ocasiones se realizan para adornar nuestros pasos y vestir las imágenes.

Acompañar en su soledad a muchos cofrades ancianos y solos, así como a los enfermos e impedidos, tantas veces necesitados de un apoyo físico.

Y si es posible, estas acciones extenderlas a otros ámbitos fuera de la Cofradía, en estrecha colaboración con las Delegaciones de Pastoral Diocesanas.

Formar a los cofrades en la espiritualidad propia de la Cofradía, no como fin esencial, pero sí probablemente como el más manifiesto, ya que sólo en la fidelidad a esa espiritualidad, y a partir de ella, puede dar testimonio de Cristo Jesús.

Cooperar con las iniciativas formadoras de otras comunidades, lo que conlleva un sinnúmero de posibilidades, desde colaborar en las tareas de catequesis infantiles, catecumenado de adultos, y en general cualquier otro campo específico, hasta integrarse en las tareas propias de la parroquia o arciprestazgo.

Suplir la falta de formación religiosa de determinados cofrades que no figuran integrados en ninguna comunidad parroquial. También se debe tener en cuenta a los niños, que no reciben adecuada formación religiosa en los colegios e igualmente al buen número de cofrades, que sin duda, consideran completada su formación católica y que sin embargo, se han quedado en aquellas nociones elementales de la infancia, sin preocuparse de crecer en su vida espiritual.


Actuando en estos campos y otros que pueden surgir, las Cofradías Penitenciales, quizás puedan llegar a anular esa leyenda negra que las rodea, de haberse quedado ancladas en el pasado y al mismo tiempo ser útiles a la sociedad en que se mueve.

Y hasta aquí mi pregón en el que he volcado todo mi cariño y esperanza de haber llegado a vuestros corazones.

Pido vuestra comprensión y vuestras disculpas por mi falta de conocimientos de la Semana Santa de Béjar.

Muchas gracias.

No hay comentarios :

Publicar un comentario